los niños pobres jugaban a asustarse, fingiendo ser mendigos. Uno se echa el saco a la cabeza, otro dice que no ve y otro se hace el cojo...
Después, en ese brusco cambiar de la infancia, como llevan unos zapatos y un vestido, y como sus madres ellas sabrán cómo, les han dado algo de comer, se creen unos príncipes:
Mi padre tiene un reloj de plata.
Y el mio un caballo.
Y el mio una escopeta.
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