miércoles, 5 de marzo de 2014

PLATERO Y YO.

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.
Sólo los espejos de azabache de su ojos son duros cómo dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celeste y gualdas... Lo llamo ¿Platero? y viene a mi con un trotecillo que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal.
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel. Es tierno y mimoso como un niño, que una niña, pero fuerte y seco como una piedra.

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